A Emperatriz, mi esposa.
Y también a la paisa Genoveva, con quien tantas tertulias pasé en su casa de Vegáez; a D. Melanio Moreno, el lider de San Antonio, su esposa doña Cleofe y sus hijas, y la profesora Rosalba que tantas hambres me quitaron; a los motoristas Luis Danilo y Emelecio, con los que tantas leguas hice Atrato arriba y abajo; y a Sulma y Pastora, que tanto me ayudaron durante el tiempo que viví en Vegáez.
Y a todos aquellos hombres y mujeres que en el aburrimiento de los atardeceres lluviosos mantuvieron vivo el arte de narrar y me fueron contando, pedazo a pedazo, la saga de Elombre.
PROLOGO
Cuando anduve por las selvas del Atrato, en una zona de ciénagas y ríos donde nunca había llegado un hombre blanco, me encontré con la historia de la vida de Elombre y sus múltiples vidas y muertes. Aunque parecía absurda, la precisión de fechas y lugares me intrigaron y poco a poco pude reunir los fragmentos que viejos narradores me contaron en una historia coherente que resultó ser real.
Esta es la narración de la historia de las vidas y las muerte de Elombre, y de las vidas y las muertes de los negros del Atrato en el tiempo de la violencia Colombiana, tal como aún lo cuentan en la tradición oral. Los nombres, la geografía, la historia, y el lenguaje, hasta allí donde pueda ser entendido, son los populares; y aunque el libro se apoya sobre una historia, una geografía y unas personas concretas y reales, no pretende ser un documento histórico.
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